
A 90 años de su muerte.
El pasado 24 de junio se cumplieron 90 años de la trágica muerte de Carlos Gardel en un accidente aéreo en Medellín. Sin embargo, lejos de apagarse, su legado sigue creciendo año tras año en los barrios que marcaron su vida y obra. Y entre todos ellos, Boedo —ese cruce vibrante de tango, literatura y militancia cultural— se sumó con fuerza a los homenajes porteños, revalidando su lugar como territorio gardeliano por derecho propio.
La llamada Semana Gardeliana, organizada por el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires entre el 23 y el 29 de junio, desplegó actividades en distintos espacios públicos. Pero Boedo y su zona de influencia fueron protagonistas destacados de esta conmemoración que unió historia, emoción y participación vecinal. Desde murales hasta caminatas, pasando por conciertos, milongas, muestras y clases abiertas, el espíritu de Gardel se sintió vivo en cada esquina.
Una semana a puro tango… y con acento boedense
Si bien el Museo Casa Carlos Gardel, en el vecino barrio del Abasto, fue uno de los epicentros de la celebración, los festejos desbordaron sus paredes. En Boedo, el Espacio Cultural Julián Centeya (San Juan y Loria), parte del circuito cultural del GCBA, fue sede de propuestas especiales que incluyeron el Tangódromo gardeliano, a cargo de la prestigiosa Orquesta Escuela de Tango Emilio Balcarce, donde jóvenes músicos interpretaron clásicos del repertorio gardeliano ante un público que aplaudía de pie.
A pocas cuadras, también se sumó a los festejos el renovado mural sobre avenida Boedo al 700, pintado por el Grupo Artístico de Boedo sobre la pared del supermercado Coto, ex Cine Los Andes. Este espacio tiene una profunda carga simbólica: en julio de 1933, apenas dos años antes de su muerte, Gardel cantó allí acompañado de sus guitarristas, en una de las últimas presentaciones porteñas antes de su viaje definitivo a Europa. Hoy, ese sitio es recuperado visual y simbólicamente por los vecinos a través del arte callejero, con filetes porteños, parejas de tango y referencias a la identidad barrial.
Boedo no es solo escenario: es memoria activa. Es en sus calles donde el tango sigue teniendo una vida cotidiana, gracias a colectivos culturales, milongas barriales y espacios como el Centeya, que mantienen vivo el pulso del dos por cuatro, incluso en tiempos de streaming y algoritmos.
Gardel, más allá del Abasto
El Museo Casa Carlos Gardel (Jean Jaurès 735), lugar icónico por haber sido la casa que Gardel compró para su madre, inauguró en esta Semana Gardeliana una nueva muestra dedicada a Ignacio Corsini, amigo cercano y colega del Zorzal. Fotografías, partituras y objetos personales reconstruyen el universo de uno de los cantores más populares de los años veinte, ofreciendo un valioso contrapunto a la figura de Gardel y un retrato de la época dorada del tango.
Además, el museo fue sede de actividades continuas: charlas, shows en vivo, clases de canto, teatro y visitas guiadas. El 24, día exacto del aniversario, se transmitieron en vivo varios programas de la radio La 2×4 y se presentaron artistas como Sandra Luna, Hugo Rivas Cuarteto y Las Guitarras de Gardel.
Caminata tanguera y recuerdo en Chacarita
El miércoles 25, el guía Daniel Vega condujo una caminata por los lugares emblemáticos del Abasto ligados a Gardel. Aunque comenzó en Agüero y Humahuaca, muchos de los participantes eran vecinos de Boedo que cruzaron la avenida Corrientes para seguir los pasos del Zorzal.
Como es tradición, el acto central tuvo lugar en el Cementerio de la Chacarita. Allí, al pie del mausoleo, se escucharon tangos en vivo, recitados y discursos emotivos. Participaron artistas como Valentina Etchebest, Silvestre Moretta y Nazareno Altamirano. Hubo hinchas, turistas, tangueros y hasta una delegación de la filial argentina del Club Nacional de Uruguay, el club del que Gardel era hincha.
Una figura que sigue creciendo
A 90 años de su partida, Gardel no es solo un ícono del tango: es un símbolo profundo de la cultura argentina. Su imagen sigue presente en bares, murales, camisetas, frases y tonadas. Y en barrios como Boedo, su figura dialoga con una tradición cultural que no se resigna al pasado, sino que se proyecta al presente con nuevas formas de habitar la memoria.
“El tango no se murió, ni se va a morir. Mientras haya gente que lo cante, que lo baile o lo pinte en una pared, va a seguir latiendo”, dice Nora, vecina de Boedo y milonguera desde hace más de 30 años. Como ella, cientos se acercaron a participar de actividades durante la Semana Gardeliana, confirmando lo que dice el viejo dicho popular: Gardel cada día canta mejor.
Y en Boedo, cada día también lo recuerdan con más fuerza.