lunes, octubre 20

Un refugio construido con pasión

Este septiembre, la Fundación La Casa del Tango cumple 57 años desde su nacimiento, una cifra que simboliza la persistencia de una pasión que ha atravesado generaciones. 

Fundada en 1967 por un grupo de artistas, poetas, periodistas y músicos, La Casa del Tango se forjó bajo la convicción de que la música ciudadana, el alma de Buenos Aires, debía encontrar un hogar propio. Desde entonces, este espacio ha crecido hasta convertirse en un faro cultural que sigue iluminando las noches porteñas.

La historia de La Casa del Tango no fue sencilla. Todo comenzó cuando el poeta Leopoldo Díaz Vélez propuso el nombre, fue acogido con entusiasmo por el grupo fundador, con Reynaldo Martín «El Alemancito» como su primer presidente. Sin embargo, a pesar del impulso inicial, durante los primeros años la institución carecía de un espacio físico. Las reuniones se realizaban en cafés y espacios prestados, donde los sueños de un lugar propio se debatían entre pocillos de café y tangos improvisados. Ese anhelo persistente por tener una sede comenzó a concretarse recién en diciembre de 1982, cuando el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires les cedió un predio en Guardia Vieja 4049, Almagro. Lo que alguna vez fue una fábrica de paraguas destruida por el tiempo, se transformaría en el epicentro del tango gracias al esfuerzo colectivo de aquellos pioneros.

Los primeros pasos en esa nueva sede no fueron fáciles. Osvaldo Pugliese, Nélida Rouchetto, Aníbal Arias, Arrigo Todesca, Olga Cabrera y otros artistas involucrados no solo aportaron su talento; también arremangaron sus camisas para quitar escombros, acondicionar el espacio y organizar espectáculos, todo sin más capital que su convicción. La historia de La Casa del Tango es, en gran parte, la historia de la persistencia y la dedicación de quienes creen que el tango es mucho más que música: es una identidad.

Hoy, a 57 años de su fundación, La Casa del Tango no solo mira hacia atrás con orgullo, sino que sigue adelante con fuerza renovada. El actual equipo de la fundación ha mantenido la misión original de preservar y promover el tango, sumando talleres de danza, canto, y música, mientras sigue funcionando como un punto de encuentro para los amantes del género. Entre sus actividades más destacadas están los talleres de tango, danza a cargo de reconocidos profesores como Alfredo Maldonado y Alberto Schwindt, y los cursos de iniciación al piano dictados por Belén Islas y Matías Valentino. Además, la tradicional Peña de Cantores y Poetas, que se celebra todos los viernes, continúa siendo una referencia ineludible para quienes buscan vivir el tango en su esencia más pura.

El compromiso con la excelencia musical y artística se refleja también en la apertura de sus salas a jóvenes egresados de instituciones como la Universidad Nacional de las Artes (UNA), el Conservatorio Manuel de Falla, y la Escuela de Música Popular de Avellaneda, donde se forman los nuevos talentos que nutren la escena tanguera actual. Músicos como Mirta Álvarez en guitarra y Jacqueline Oroc en chelo lideran los ensambles que continúan la tradición, mientras el espacio organiza espectáculos y conciertos periódicos que invitan tanto al tango tradicional como al nuevo tango a resonar en el Salón Osvaldo Pugliese y la Sala Olga Cabrera.

La Casa del Tango ha sido testigo de innumerables historias, de noches interminables donde las notas del bandoneón parecían entrelazarse con el aire húmedo de Buenos Aires. Es más que una institución: es el latido de una ciudad que encuentra en el tango su esencia más profunda. Osvaldo Pugliese, uno de sus fundadores más ilustres, dijo una vez que «el tango es como la vida: te va dando, pero también te va pidiendo». Y a lo largo de estos 57 años, La Casa del Tango ha sabido mantener ese equilibrio, dando vida a una tradición que sigue vibrando en cada rincón del mundo.

 

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