
Las 31 líneas que circulan solo dentro de la Ciudad de Buenos Aires adoptarán una estética azul y nuevas medidas de seguridad.
Desde principios de 2025, una transformación visual y tecnológica marcará el transporte público de la Ciudad de Buenos Aires. Los colectivos que operan exclusivamente dentro de los límites porteños cambiarán de aspecto: pasarán a tener una carrocería azul, salvo en el frente, donde conservarán los colores característicos de cada línea. Esta medida alcanza a 31 líneas que, desde el traspaso de la gestión por parte del Gobierno nacional, pasarán a estar bajo control de la Ciudad. La iniciativa forma parte de un plan integral que busca modernizar el sistema, mejorar la seguridad y ofrecer una mejor experiencia para los pasajeros.
Las líneas involucradas en esta modificación son la 4, 6, 7, 12, 23, 25, 26, 34, 39, 42, 44, 47, 50, 61, 62, 64, 65, 68, 76, 84, 90, 99, 102, 106, 107, 108, 109, 115, 118, 132 y 151. Todas circulan exclusivamente por la Ciudad de Buenos Aires. Están operadas por distintos grupos empresariales, entre los que se destacan Dota, Metropol, el Grupo López y Nuevos Rumbos. Con el cambio de jurisdicción, estas líneas pasan a integrarse plenamente en la política de movilidad urbana del gobierno porteño.
El color azul será el emblema de los colectivos porteños. Es una decisión que excede lo visual: busca reforzar la identidad de un sistema gestionado integralmente por la Ciudad y facilitar su diferenciación de las líneas interjurisdiccionales. Pero el cambio de color no llega solo. El Plan de Modernización y Seguridad del Transporte incluye también una serie de reformas tecnológicas, operativas y regulatorias. Uno de los ejes es la seguridad: todos los vehículos deberán contar con cámaras internas que permitirán monitorear lo que ocurre dentro de las unidades. Se trata de una medida orientada tanto a la prevención del delito como al resguardo de conductores y pasajeros ante cualquier incidente.
A la vez, se intensificarán los controles a los choferes. El plan contempla una mayor frecuencia de controles de alcoholemia y narcotest, con el objetivo de garantizar que quienes están al frente del volante estén en condiciones óptimas para conducir. También se reducirá la antigüedad máxima permitida de las unidades: hasta ahora era de 13 años, pero a partir de 2025 será de 10. Esto obligará a renovar flotas y redundará en vehículos más nuevos, más seguros y con mejores condiciones de mantenimiento. El confort de viaje y la eficiencia también se verán beneficiados.
Uno de los cambios más significativos tiene que ver con los medios de pago. Hasta ahora, el sistema SUBE es prácticamente excluyente para viajar en colectivo. Pero desde 2025 se habilitará el uso de un sistema de multipago que permitirá abonar el boleto con tarjetas de crédito, débito y dispositivos móviles con tecnología NFC. Esto representa una ampliación de derechos para los usuarios, especialmente para quienes no cuentan con una tarjeta SUBE o prefieren usar otros métodos. También es una señal de actualización frente a un contexto donde los medios digitales ganan terreno en la vida cotidiana.
En paralelo, los colectivos incorporarán tecnología de asistencia a la conducción. Mediante sensores y sistemas de inteligencia artificial, los vehículos podrán advertir a los choferes sobre la presencia de peatones, ciclistas u otros obstáculos. Esta herramienta apunta a disminuir los accidentes y hacer más seguras las calles. Así, la Ciudad no solo interviene en la estética o en la gestión del servicio, sino que apuesta a un rediseño profundo de cómo se piensa la movilidad urbana.
El plazo para que las empresas apliquen estos cambios será de seis meses. Esto incluye tanto la adaptación estética de los vehículos como la incorporación de cámaras, sensores, sistemas de pago y cumplimiento de las nuevas condiciones técnicas. La transformación será progresiva, pero a lo largo de 2025 los usuarios empezarán a notar las diferencias. El objetivo declarado por el Gobierno de la Ciudad es construir un sistema de transporte más moderno, seguro y eficiente.
El rediseño del transporte en CABA forma parte de una estrategia más amplia que incluye corredores exclusivos, cambios en el sistema de semáforos y la coordinación con otras formas de movilidad. La incorporación de nuevas tecnologías y el fortalecimiento del control estatal aparecen como ejes comunes. Lo cierto es que, más allá de las intenciones declaradas, los resultados concretos dependerán de la implementación. Habrá que ver si los cambios que empiezan con una nueva mano de pintura logran, efectivamente, mejorar la experiencia diaria de viajar en colectivo.